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El Servicio Voluntario Europeo: aprender ayudando

Rocío Calvo Domínguez
Rocío Calvo Domínguez

 

La idea de terminar los estudios universitarios es, sin duda, un momento de enorme incertidumbre. Ante la falta de experiencia, o el hecho de no poder desenvolverse en un idioma extranjero, las posibilidades de encontrar un trabajo en el actual mercado laboral se reducen considerablemente, por lo que es recomendable realizar una estancia en el extranjero.

 

Esta era mi situación hace cuatro años: estaba terminando mi Licenciatura en Historia en Santiago y prefería irme a vivir una temporada en el extranjero que realizar un máster. Al comenzar mi último curso, leí una noticia en un periódico sobre la experiencia de dos jóvenes gallegas que se habían ido a Francia y a Polonia con lo que se llamaba «Servicio Voluntario Europeo» (SVE). Además de relatar sus experiencias, se informaba de que este programa permitía que jóvenes europeos pudiesen colaborar hasta un año con asociaciones de otros países, que se ocuparían de ofrecer a estos alojamiento, comida, dinero de bolsillo para sus gastos, los viajes de ida y vuelta, seguro médico… Consideré esto verdaderamente llamativo, sobre todo teniendo en cuenta que el único requisito era tener entre 17 y 30 años. Los idiomas, los estudios, la experiencia laboral, no eran la clave en este programa: lo era la motivación, las ganas de ayudar y de aprender, y la voluntad de vivir en un país extranjero, y yo sin duda cumplía con estos requisitos.

 

A partir de ahí seguí los pasos habituales: el primero, encontrar una Organización de Envío, o lo que es lo mismo, una asociación española que me informase y se hiciese cargo de las gestiones en el caso de que pudiese realizar ese voluntariado europeo. Una vez hecho esto, la clave está en encontrar una asociación con la que colaborar en el extranjero: para ello, el Servicio Voluntario Europeo cuenta con una base de datos en la que figuran todas las organizaciones involucradas en este programa. Allí podemos encontrar información detallada sobre las asociaciones, sus proyectos y la forma de contacto: así, se trata de buscar el proyecto que más te motive, mandar tu currículo y la carta de motivación a la asociación y cruzar los dedos. Yo me encontraba interesada en proyectos de tipo cultural, y por ello durante dos meses estuve mandando correos a asociaciones de toda Europa que trabajaban con esta temática, hasta que finalmente, la confirmación llegó desde Bretaña (Francia).

 

Mi organización de acogida fue el Musée de la Batellerie de l’Ouest, un museo local centrado en la divulgación de la tradición marítimo-fluvial de Redon, un pueblo de 10.000 habitantes a medio camino entre Rennes y Nantes. Allí realicé todo tipo de funciones: colaboración en actividades pedagógicas en torno a la cultura marinera, creación de animaciones para el museo, atención al público, catalogación de fondos históricos, tareas de corte administrativo… Al mismo tiempo, colaboraría con otras asociaciones del pueblo, ya que pese a su tamaño, Redon cuenta con hasta nueve proyectos de acogida del Servicio Voluntario Europeo en colegios, centros de discapacitados, el centro social, institutos, asociaciones culturales… Los voluntarios europeos de Redon desarrollamos el conocido como «Proyecto Colectivo», centrado en la realización de actividades en estas organizaciones para informar sobre los proyectos europeos de movilidad y dar a conocer las culturas de nuestros países entre la población local. Por último, fui socia-voluntaria del cine del pueblo (CineManivel) durante ocho meses.

 

Si bien la idea inicial se orientaba a ganar experiencia profesional, lo cierto es que el Servicio Voluntario Europeo, en mi caso, me aportó mucho más a nivel personal. El hecho de vivir fuera de España por primera vez lleva sin duda a que uno desarrolle aspectos como la independencia, la iniciativa, la confianza en uno mismo, además de que la adaptación a otra cultura (y en mi caso, además, la convivencia con jóvenes de hasta ocho nacionalidades diferentes) obliga a una apertura de miras y a un análisis más abierto y crítico de la realidad. En mi caso concreto, he tenido la fortuna de poder vivir en una región como Bretaña, tan similar a Galicia que lo cierto es que la adaptación fue inmediata, y donde la gente es especialmente amable y abierta a lo diferente; de poder viajar por todo el país y descubrir la enorme riqueza cultural de Francia; de poder trabajar mano a mano con un personal del Museo con los que he desarrollado una relación personal que se mantiene a día de hoy; de incrementar notablemente mi círculo de amistades y por último, desarrollar un espíritu verdaderamente colaborativo, ya que tras mi paso por esta región francesa tan concienciada con el mundo asociativo considero que las iniciativas locales pueden, a partir de pequeños proyectos, contribuir a un mayor bienestar y enriquecimiento social.

 

A día de hoy, y tras pasar otro año en Francia, he vuelto a España para continuar con mis estudios. Al mismo tiempo, he estado colaborando con el Servicio de Asuntos Sociales de la Universidad de Salamanca, organización involucrada en el Servicio Voluntario Europeo como organización de envío, de acogida y coordinadora, para promocionar este programa europeo entre los jóvenes universitarios, un público que como yo en su día, puede ver en este voluntariado una vía de enriquecimiento personal y profesional.

 

 

Rocío Calvo Domínguez

Estudiante del Máster en Sistemas de Información Digital de la Universidad de Salamanca

Voluntaria del Servicio de Asuntos Sociales de la Universidad de Salamanca

               

 

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