SIN ALARMISMO, PERO SIN INGENUIDAD: EN EL UMBRAL DE UNA NUEVA LEGISLATURA EUROPEA

Como ocurre cada cinco años, en este mes de mayo de 2024 la conmemoración del Día de Europa vuelve a coincidir con los preparativos de las elecciones al Parlamento Europeo. Así es desde 1979, cuando la ciudadanía de los entonces nueve Estados miembros de las Comunidades Europeas -entre los que no se encontraba todavía España- fue convocada por primera vez a las urnas para elegir de manera directa a sus representantes en la Eurocámara; siempre en las postrimerías del mes de mayo o los primeros días de junio, como en esta ocasión, y siempre, por tanto, pocas semanas después de haber evocado festivamente el significado del 9 de mayo. Aquel día del año

1950, Francia y Alemania sellaban de forma definitiva su reconciliación poniendo en marcha, mediante la denominada Declaración Schuman, un proyecto político absolutamente innovador abierto a la participación del resto de países del continente que estuviesen en condiciones y mostrasen la voluntad de compartir los mismos valores. Afrontamos, pues, el inicio de la décima legislatura europea que, como todas, debutará con la constitución del nuevo Parlamento y la consecuente renovación de la“cúpula institucional” de la UE. No en vano, el primer debate que se desarrollará en su seno será el de investidura de la persona que haya de presidir la Comisión Europea durante los próximos cinco años. Una vez alcanzado ese acuerdo, se designará a los demás miembros de esta institución, incluido el Alto Representante para asuntos

exteriores y política de seguridad, esa figura -encarnada en la última legislatura por el español Josep Borrell- que tan familiar se ha hecho para millones de europeos como consecuencia de las dramáticas circunstancias que nos está tocando vivir en la vecindad de la Unión. El Consejo Europeo, por su parte, habrá de elegir también a la persona encargada de dirigir sus trabajos, lo que la prensa suele denominar “cumbres” puesto que en ellas participan los máximos responsables de cada uno de los gobiernos nacionales.

A la luz de la experiencia del periodo que ahora termina, sería no ya aventurado

sino una auténtica temeridad pretender avanzar previsiones sobre el desarrollo de esta nueva legislatura. Cuánto ha cambiado el mundo y cuánto ha cambiado la UE desde mediados de 2019… Más allá de vicisitudes concretas de todo tipo, dos grandes tragedias -la pandemia y la guerra en Ucrania- han marcado estos años en clave europea; las dos han revelado dramáticamente nuestras vulnerabilidades, pero las dos han provocado también reacciones insospechadas por su ambición y contundencia en el seno de la Unión, que ha cruzado muchas “líneas rojas” que se pensaban infranqueables para hacer frente a esos desafíos. Y, a tenor de los resultados que arrojan los Eurobarómetros, la ciudadanía está sabiendo apreciarlo y, en general, lo valora de forma muy positiva, incluido el apoyo militar a Ucrania.

Quiero decir con ello que, pese a la incertidumbre y al cúmulo de amenazas que

nos rodean, la UE con la que contamos para gestionarlas es hoy más fuerte que la de hace cinco años; aunque sólo sea por la capacidad de adaptación y de resiliencia que ha demostrado durante esta etapa. Emitir deuda en común para relanzar la economía europea y distribuir los fondos disponibles (Next Generation) en función del impacto generado por la pandemia en cada territorio ya no es tabú; como tampoco lo es abrir las puertas sin condiciones a quienes huyen de la guerra en Ucrania o ayudar a su gobierno por todos los medios a nuestro alcance a ejercer su derecho de legítima defensa.

Ahora bien, en tanto que proyecto abierto y permanentemente inacabado, la UE

también necesita reformas periódicas de mayor calado a través de las cuales esos avances puedan consolidarse y reforzar nuestra capacidad de actuación más allá de coyunturas concretas. Este será, sin duda, uno de los grandes debates en la próxima legislatura. Entre otros muchos efectos colaterales, la guerra en Ucrania ha reactivado la política de ampliación, y la perspectiva de la incorporación de nuevos Estados miembros -desde los Balcanes hasta Moldavia y la propia Ucrania, incluso Georgia ya en el Cáucaso- obliga a repensar la arquitectura de la Unión, so pena de que, si no se hace, su funcionamiento pueda terminar revelándose inviable. Ahí está para recordárnoslo sin ir más lejos la gran ampliación hacia el Centro y Este de Europa, cuyo vigésimo aniversario acabamos de celebrar el pasado 1 de mayo.

En fin, sin caer en el alarmismo por la magnitud de las amenazas de todo tipo

que nos rodean -y que, lo queramos o no, están ahí aunque no las hayamos buscado-, pero sin dejarnos llevar tampoco por la ingenuidad de pensar que puedan disiparse por sí solas, celebremos y valoremos la poderosa herramienta que la integración europea nos ofrece para hacerles frente. A eso se nos invita cada 9 de mayo.

 

¡Feliz Día de Europa 2024!

 

Luis N. González Alonso

Director del Centro Europe Direct